La historia de este sorprendente equipo comienza durante la ocupación nazi de Ucrania: Tras haber invadido la totalidad del país, las tropas alemanas comenzaron a envíar a sus prisioneros de guerra a la capital, Kiev. Estos prisioneros malvivían como pordioseros en las calles, ya que las autoridades militares no les permitían ni trabajar ni ocupar una vivienda. Entre estos nuevos indigentes se encontraba Nikolai Trusevich, el antiguo portero y una de las estrellas del extinto equipo del Dinamo de Kiev.
Un buen día, un panadero aleman llamado Josef Kordik se encontró con el ex-portero en la calle, y tras reconocerlo como su jugador favorito de su antiguo equipo, decidió contratarlo en su negocio. En la convivencia, las charlas giraban siempre sobre el futbol y el Dinamo, hasta que el panadero tuvo una idea genial: le encomendo a Trusevich que en lugar de trabajar amasando pan, se dedicara a buscar al resto de sus compañeros: No solo le seguiría pagando, sino que juntos podian salvar a los otros jugadores.
El portero recorrió lo que quedaba de la ciudad devastada dia y noche, y entre heridos y mendigos fue descubriendo, uno a uno, a sus amigos del Dinamo. Kordik les dio trabajo a todos, esforzandose para que no se descubriera la maniobra. Trusevich encontró también algunos rivales del campeonato ruso, concretamente tres futbolistas de la Lokomotiv, y tambien los rescató. En pocas semanas, la panaderia escondía entre sus empleados a un equipo completo.
Reunidos por el panadero, los jugadores no tardaron en dar el siguiente paso, y decidieron, alentados por su protector, volver a jugar. Como el extinto Dinamo de Kiev estaba clausurado y prohibido, decidieron crear un nuevo equipo de fútbol, al que llamaron Start F.C. Debido a los contactos de Kordik, comenzaron a jugar en pequeñas ligas contra equipos compuestos por miembros del Ejército de ocupación alemán.
Así, el 7 de junio de 1942, jugaron su primer partido. Los futbolistas del Start FC, pese a estar famélicos y haber trabajado hasta altas horas de la madrugada el día anterior, vencieron 7-2. Su siguiente rival fue el equipo de una guarnición húngara, los cuales tampoco fueron suficiente enemigo y cayeron goleados por los ucranianos 6-2. Más tarde, cuando muchos de los jugadores del Start recuperaron sus mejores condiciones físicas, fueron capaces de anotar hasta once goles a un combinado rumano, reforzado por varios alemanes. Después de tres goleadas consecutivas, lo que había arrancado como un negocio para el panadero Kodrik y como un pasatiempo para el yugo nazi, se estaba empezando a convertir en un estorbo para la supremacía de los alemanes en Ucrania. Habían ocupado Kiev, sí, pero aquel equipo, el Start, se había convertido en un ejemplo de orgullo, en un símbolo de resistencia, en el último bastión de la esperanza local.
Durante el verano de 1942 el Start continuó su racha victoriosa: El 17 de julio, dió buena cuenta de un equipo integrado por soldados alemanes, que encajaron un humillante 6 a 0. Ocho días después, el III Reich les instó ‘amablemente’ a enfrentarse al MSG húngaro. Pero el poder de persuasión de los nazis se quedó sin efecto ante dos nuevas exhibiciones de Trusevich y sus compañeros, que vencieron primero por 5 a 1 y, dos días más tarde, certificaban su victoria en la revancha, dominando por 3-2.
Después de aquellos resultados, el valeroso Start había agotado el vaso de la paciencia de los nazis. Derrotar a aquel conjunto de fútbol se había convertido en un asunto de estado, y los nazis se aplicaron para llevar a cabo una venganza deportiva que demostrara la superioridad aria del III Reich.
El 6 de agosto de ese año, los miembros del Start se enfrentaron a un equipo invicto formado por miembros de la Flakelf, la temible Luftwaffe alemana, reforzado por varios futbolistas profesionales de Baviera. A pesar de que los prisioneros no habían comido el día antes, y que la mitad del equipo estaba en los huesos, algunos oficiales alemanes decidieron dar las instrucciones pertinentes para coaccionar a los ucranianos. A Trusevich y compañía les ‘aconsejaron’ que no se emplearan a fondo, y el árbitro fue designado a dedo, con la recomendación de mirar para otro lado en caso de que los alemanes cayeran en el juego brusco. Con nada que ganar y mucho que perder, los de Kiev salieron al campo, recibieron una tormenta de patadas en contra sin rechistar, y golearon sin piedad a los alemanes por 5 a 1.
Al día siguiente, los periódicos locales de la Ucrania ocupada no se hicieron eco de la victoria ucraniana, y los propios futbolistas se reunieron en la panadería, sabedores de que sus vidas tenían las horas contadas. Esa confirmación les llegó cuando, al día siguiente, las SS les informaron de que el 9 de agosto se celebraría un "partido definitivo" de revancha. Era una declaración de intenciones. Un ultimátum.
El domingo 9 de agosto no cabía un alfiler en el graderío del Zenit Stadio. Las tribunas estaba ocupadas por oficiales nazis y las galerías, por miles de ucranianos, custodiados por alambres de espino y cientos de soldados. Antes del choque, un oficial de las SS entró en el vestuario ucranio, miró a los prisioneros de guerra y se dirigió a ellos en ruso, utilizando un tono autoritario y solemne.
- Soy el árbitro, respeten las reglas y saluden con el brazo en alto. Es un órden.
Los alemanes - camiseta blanca y pantalón negro-, siguieron las instrucciones al pie de la letra. Pisaron el campo, presentaron formación y saludaron a las autoridades del palco con el brazo en alto. Todos gritaron ‘¡Heil Hitler!’. Los ucranianos - camiseta roja y pantalón blanco- no pusieron precio a su dignidad: Saltaron al campo, presentaron formación en fila india, alzaron el brazo y gritaron "¡Fizculthura!", que es un eslogán soviético de exhaltación a la cultura física
Era el enésimo desprecio de los prisioneros hacia los consejos de sus vigilantes, y en esa atmósfera comenzó el encuentro. Los teutones marcaron primero, pero el Start reaccionó con varias combinaciones de contragolpe y consiguió darle la vuelta al marcador, marchándose a los vestuarios con 2 a 1 a su favor. Una vez en los vestuarios se presentaron varios oficiales de las SS amenazándoles con matarles si salían a jugar la segunda parte. Sin embargo, los jugadores del Start declinaron sus miedos y decidieron saltar al terreno de juego. Jugaron como nunca, y marcaron más goles. Con 5-3 a favor de los presos, el habilidoso Klimenko realizó una incursión en la zaga alemana, regateó al portero y, cuando todos esperaban el gol, se dio la vuelta y chutó hacia el centro del campo. Las gradas del estadio Zenit se venían abajo. Klimenko había encontrado el modo de machacar el orgullo alemán, y de dar una bofetada brutal a las SS. El comandante de ocupación alemán, Eberhardt, era insultado por un verdadero coro popular, y decidió abandonar el estadio absolutamente avergonzado.
Fuentes:
- El partido de la muerte en la Wiki
http://es.wikipedia.org/wiki/El_Partido_de_la_Muerte
- El equipo que preferió morir a perder
http://todoarmas.es/index.php?option=com_content&view=article&id=111:el-equipo-que-prefirio-morir-a-perder&catid=40:segunda-guerra-mundial&Itemid=58
6 comentarios:
Increíble y magnífica forma de resistencia!!!
Qué gran historia. Me he quedado impresionado y MUY BIEN contada.
Enhorabuena al observador!
Gracias por darnos a conocer esta gran historia!!
grande muy grande!!!!
Que chula la historia...Y qué huevos le echaban algunos!
Me alegro de que os guste a todos: La Segunda Guerra Mundial nos ha dejado un montón de historias de heroismo, espero poder publicar unas cuantas más!
Un saludo, y gracias por seguir a "para contar en la cena"
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