Esta odisea comienza cuando el joven soldado polaco Witold Glinski fue detenido por el Ejército Rojo durante la invasión de su país y condenado por espionaje a 25 años de trabajos forzados en un Gulag siberiano, concretamente al al Campo de trabajos forzados 303 de Irkutsk, ubicado 600 kilómetros por debajo del Circulo Polar.
Nuestro joven héroe era conocedor de las terribles historias que se contaban acerca de la vida en los Gulags, por lo que la noche del 9 de abril de 1941, tomó su mochila -que únicamente consistia en una manta atada en las esquinas- y cavó un túnel bajo la alambrada. Cuando logró pasar hacia el otro lado, se percató de que seis hombres lo habían estado siguiendo en complicidad y silencio: Se trataba de un estadounidense, un ucraniano, un yugoslavo y tres polacos. Les advirtió de la dureza de la marcha que se proponían - que incluían caminatas de 20 horas diarias-, y que el objetivo era conseguir salir de la frontera rusa, situada a 1.600 kilómetros al sur. Ninguno decidió dar la vuelta, por lo que continuaron con su objetivo.
Así era la verja vallada por la que el joven Witold consiguió escapar.
Durante dos noches en las que las temperaturas llegaron a los 10 grados bajo cero corrieron a campo a traviesa sin pausa y se escondían durante el día para comer y tratar de dormir algo. No había señales de persecución: La nieve había cubierto sus huellas, y hasta aquí, la elección de la ruta de escape hacia el sur parecía ser la correcta. Los siete fugitivos establecieron un sistema de caminata:Un hombre iba al frente abriendo el sendero por el bosque, y dos al final del grupo iban borrando las huellas con ramas de pino. La primera vez que se sintieron a salvo y realmente pudieron descansar fue luego de cruzar el Río Lena, y fue también ahí donde probaron el primer alimento fresco después de nueve días, un pez que capturaron a través de un hueco sobre el hielo. Pronto se dieron cuenta que para sobrevivir dependían los unos de los otros, y el joven Witold se hizo cargo del grupo. Como creció en una zona rural de su país, había aprendido qué plantas y cuales hongos eran comestibles, tenía conocimientos de pesca y sabía algo de cazar animales con trampas. De hecho, cierto día encontraron un venado atrapado en una quebrada que les proveyó de comida durante varios días, y con su piel se inventaron unos rudimentarios calzados porque ya no soportaban el dolor producido por las botas que les dieron en prisión.
Poco a poco el paisaje fue cambiando, los campos y bosques empezaron a dar paso a las dunas de arena y rocas desnudas, y los caminantes llegaron a su prueba más dura y sofocante, con temperaturas de 40 º C durante el día, de congelación en la noche y devastada por las tormentas de arena. Se encontraban el Desierto de Gobi que cubre el sur de Mongolia y parte del norte de China. Según contó posteriormente uno de los expedicionarios, "Los lobos y los chacales daban vueltas alrededor nuestro. Para conseguir agua chupábamos la escarcha de las piedras en la madrugada. Teníamos tanta sed que incluso bebimos nuestro propio sudor y orina." En esta dura etapa, se vieron obligados a comer los insectos y largartos que conseguían cazar. Las serpientes del desierto se convirtieron en parte habitual de su dieta. Con semejante nutrición, las enfermedades no tardaron en aparecer, y dos de los soldados polacos acabaron muriendo en plena travesía de Escorbuto.
Desierto de Gobi: Aquí se desarrolló la parte más dura del viaje.
En octubre de 1941, a seis meses de haber escapado, ya se encontraban avanzando por el Tíbet, donde pudieron ayudar a granjeros y pastores a cambio de alimento y refugio. Su siguiente paso fue escalar el Himalaya que también cobró su víctima. Otro de los soldados polacos murió al caer en una grieta profunda mientras descansaba sobre una cornisa que se derrumbó. Un sherpa local se conmovió viéndolos tan maltrechos y los condujo a través de las montañas, a lo largo de caminos tan estrechos que tenían que caminar de lado para no caer al precipicio, hasta que los dejó en una ruta cercana a lo que ahora es Bangladesh.Finalmente, mientras atravesaban un polvoriento camino, se encontraron con una patrulla de la Compañía Británica de las Indias Orientales. La alegría del maltrecho grupo fue tal que se pusieron a reir carcajadas, bailar y dar saltos. Es dificil pensar en lo que se les vendría a la cabeza a los soldados británicos al ver aquella estampa de hombres desnutridos y con ropas de pieles completamente raidas. La realidad fue que aquellos cuatro supervivientes hicieron historia, al terminar con vida una peligrosísima fuga que les llevó a atravesar de norte a sur el duro e inhóspito continente asiático.
Precisamente, esta semana estrenan en España Camino a la libertad, una película protagonizada por Ed Harris y Colin Farrel e inspirada en esta historia. Por una vez la ficción no superará a la realidad.
Fuentes:
- El escape más largo de la historia, en Sentado frente al mundo:
http://www.sentadofrentealmundo.com/2010/06/el-escape-mas-largo-de-la-historia.html
- La Gran Evasión, en el diario The Mirrow (en inglés):
http://www.mirror.co.uk/news/top-stories/2009/05/16/the-greatest-escape-war-hero-who-walked-4-000-miles-from-siberian-death-camp-115875-21364916/
0 comentarios:
Publicar un comentario
→ Puedes participar dejando los comentarios que desees, siempre que no sean contrarios a las leyes españolas, injurantes o calificados como spam.
→ Para contar en la cena no se hace responsable de las opiniones manifestadas por sus lectores.